Crítica: Viaje al Séptimo Planeta (1962)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA / Dinamarca, 1962: Carl Ottosen (Comandante Eric), John Agar (Capitán Donald Graham), Peter Monch (Karl), Louis Miehe Renard (Svend), Ove Sprogoe (Barry O’Sullivan), Ann Smyrner (Ingrid)

Director: Sidney Pink, Guión: Sidney Pink & Ib Melchior

Trama: En el futuro la Tierra estará gobernada por las Naciones Unidas y la meta principal será la exploración del universo. Por ello es que la nave espacial Explorer 12 se dirige a Urano en busca de señales de vida. Pero al llegar los astronautas descubren que el planeta es un vergel con atmósfera respirable. Poco a poco comenzarán a darse cuenta de que todo lo que los rodea ha sido prefabricado por un ente alienígena, que se ha apoderado de sus recuerdos y ha construído un mundo virtual en donde los astronautas materializan todos sus deseos.

Viaje al Séptimo Planeta Viaje al Séptimo Planeta viene del duo de directores / productores / guionistas Sidney Pink e Ib Melchior , responsables también de otros filmes bizarros como El Furioso Planeta Rojo y Reptilicus. En general suelen haber una o dos ideas rescatables en cada película de esta dupla, pero los presupuestos risibles, las pétreas performances, los guiones toscos y la atroz dirección terminan atentando contra ellas. En el caso de Journey to the Seventh Planet ocurre lo mismo: hay un concepto brillante torpedeado por una ejecución horrenda, lo cual termina de ser una lástima.

Aquí da la impresión que Sidney Pink se hubiera despachado con una versión no oficial de Solaris, la clásica novela de Stanislaw Lem publicada en 1961 y que tuviera dos adaptaciones a la pantalla grande: la recordada Solaris (1972) de Andrei Tarkovsky y la injustamente despreciada Solaris (2002) de Steven Soderbergh. Una expedición espacial llega a un planeta en donde los pensamientos de los astronautas se vuelven reales. Al contrario de lo que ocurría en Solaris, aquí no es un planeta pensante sino un alienígena que desea explorar las mentes de los astronautas como tarea investiga previa para preparar su invasión a la Tierra. Y el guión se las apaña para crear algunos momentos interesantes, como cuando Carl Ottosen empieza a recordar su tierra natal y a la distancia, detrás de él, comienzan a materializarse casas, árboles, un molino…

Pero esos dos minutos de inspiración mueren aplastados por una sobredosis de idiotez general de los personajes y una pobrísima ejecución por parte del director. Los astronautas parecen tener el cerebro pastoso y son incapaces de sumar 2 + 2 – pasa el tiempo, siguen encontrando cosas familiares de la Tierra, incluso se materializan mujeres, y aún así no saben lo que está ocurriendo -; cuando aparecen los monstruos, son sideralmente ridículos; y los diálogos a veces lastiman los oídos. Las performances tampoco se quedan atrás, en especial la del héroe de la serie B John Agar que sólo piensa en irse a los matorrales con todas las mujeres que su imaginación termina por materializar. Ni siquiera Sidney Pink tiene dos dedos de frente como para mantener algo de suspenso – a los cinco minutos de película, ya se despacha con el extraterrestre pronunciando un discurso con delirios de grandeza -.

Con lo cual Viaje al Séptimo Planeta termina siendo una oportunidad desperdiciada de hacer algo interesante y novedoso para lo que era esa época. No se precisaba un enorme presupuesto para generar algo decente, simplemente tener algo de sentido común. Pero aquí eso es lo que falta y por doquier.