Crítica: 13 Dias (2000)

Volver al índice de críticas por año / una crítica del film, por Alejandro Franco

USA, 2000: Kevin Costner (Kenny O’Donnell), Bruce Greenwood (John F. Kennedy), Steven Culp (Robert F. Kennedy), Dylan Baker (Robert McNamara), Bill Smitrovich (General Maxwell Taylor)

Director: Roger Donaldson, Guión: David Self

Trama: Fines de octubre de 1962. Un avión espía norteamericano U-2 sobrevuela la isla de Cuba y descubre unos extraños emplazamientos ocultos en la jungla. El análisis militar revela que se tratan de misiles atómicos de corto y medio alcance, de origen soviético. Ahora el presidente John Fitzgerald Kennedy ha exhortado a sus colaboradores a que le provean alternativas de acción respecto de la crisis, ya que los misiles estarán operativos en menos de 14 dias y representan una amenaza real para que los comunistas puedan lanzar el “primer golpe” en una eventual guerra mundial termonuclear, y puedan arrasar la mayoría del territorio norteamericano. Pero Kennedy se topa con posiciones extremas, y los nervios y el cansancio pueden provocar que cualquiera, en el momento menos indicado, cometa un error que culmine con un holocausto atómico.

13 Dias (2000) A mí me encantan las cápsulas del tiempo relacionadas con la Guerra Fría, y 13 Días es una entrada tardía en el género, más considerando que – cuando fue filmada – la Unión Soviética ya llevaba más de una década de muerta y enterrada. Lo que antes fue apremiante hoy se ve distante, casi del mismo modo que uno contempla con indiferencia una película de la segunda guerra mundial o un film de cowboys. Ni los nazis ni los indios, ni siquiera los soviéticos representan hoy en día algún tipo de amenaza, simplemente porque están extinguidos. Entonces, ¿por qué rodar este film?. Quizás la causa más probable tenga que ver con la desclasificación de documentos secretos de la Casa Blanca, vinculados a algunas refriegas militares ocurridas durante el proceso de la crisis – el derribo de un U2 sobre Cuba, y un par de cañonazos perdidos en alta mar para amedrentar a algún carguero ruso que se negaba a ser inspeccionado por las fuerzas del bloqueo naval norteamericano a la isla -, los cuales agregan algún detalle de color a una historia ya sabida. Lo otro es una perspectiva menos apasionada sobre el tema – en especial con la posición del staff militar de Kennedy -, en donde uno se cuestiona realmente si el enemigo no está dentro de la misma Casa Blanca.

13 Dias es el relato de la llamada Crisis de los Misiles Cubanos de octubre de 1962, en donde los norteamericanos descubrieron que los soviéticos estaban montando plataformas misilísticas atómicas en Cuba, a un puñado de kilómetros de la Florida. Dichas bases le darían una enorme ventaja táctica a los soviéticos, ya que disminuiría sensiblemente el tiempo de alerta frente a un ataque masivo en suelo norteamericano, amén de asegurar una mayor eficiencia a la hora de alcanzar sus objetivos. En realidad el factor tiempo es meramente nominal – en el caso de una guerra nuclear de semejantes proporciones no sobreviviría nadie; que en vez de una hora haya cinco minutos de preaviso no impediría la represalia norteamericana, y la diferencia sería cosmética, matando más gente en el primer impacto (personas intentando llegar a su refugio antibombas) que con el escenario habitual, que es millones de personas agonizando por envenenamiento radiactivo durante las semanas posteriores a que cayeran las bombas -, pero serviría como factor de apremio sicológico, amén de garantizarle a Cuba cierto grado de intocabilidad.

Lo que sigue, pues, es una crónica de los hechos que estuvieron a punto de desencadenar el apocalipsis nuclear. Después de ver el filme uno se queda con la sensación de que todo eso no fue más que una gigantesca jugada de ajedrez por parte de los rusos, quienes llegaron con fuerza a un punto de negociación y garantizaron la supervivencia del gobierno satélite de Cuba (¿nunca pensaron cómo es que pasaron las décadas y nunca nadie pudo darle una patada en el tuje al barbudo?). Pero, en el medio, hay un caótico correveidile en donde uno puede apreciar a Kennedy y su hermano como voces aisladas de la razón, luchando contra una enorme mayoría de cowboys disfrazados de militares, armados con misiles atómicos y buscando cualquier excusa para poder irse a la guerra.

En tal sentido, los villanos – los soviéticos – funcionan como una masa anónima que opera en las sombras, y los verdaderos malvados resultan ser los fanáticos de turno enquistados en lo alto del poder norteamericano. En toda la historia se percibe que a Kennedy se le van las cosas de las manos en cualquier momento – en plena crisis se hacen pruebas atómicas en el Pacífico, se lanzan cohetes o se realizan ejercicios militares, como si las fuerzas armadas estuvieron desafiando la mesura del presidente, o generando provocaciones para obtener una respuesta inducida -, y la tensión se produce por mantener a los corderos (¿o los lobos?) dentro del redil. Es tal la desconfianza que Kennedy manda al secretario McNamara al centro de mando naval, y éste debe pelear a brazo partido con el almirante de turno para que respete la orden de no disparar un tiro si la aprobación presidencial. En tal sentido, el filme funciona como un thriller impecable, con momentos cargados de tensión y situaciones de desenlace imprevisible.

El mayor problema que posee 13 Días es Kevin Costner. No es un tema de su performance ni de sus líneas (que son buenas), sino que el libreto rearma la historia dándole a su personaje una importancia preponderante que en la vida real no tuvo. El tipo era un secretario que le armaba la agenda de Kennedy, pero aquí funciona como un verdadero asesor del mas alto nivel, y hay momentos en que dicho perfil se vuelve ridículo. Kennedy habla en privado con su hermano Bobby y Costner se mete, e incluso a veces lo prepotea… y en reuniones de altísimo nivel lo llama para pedirle consejo. Considerando el nivel de privacidad y exclusividad que poseía el presidente y su hermano, el personaje de Costner parece más un Kennedy adoptado que otra cosa.

13 Dias es una gran filme sobre un momento de la historia en que las puertas del infierno se abrieron y parecía que todo el mundo iba a caerse adentro. Hay algunos desajustes en lo dramático, pero el relato es tan rico que supera sus dificultades y termina por entregar una película inteligente e intensa, apasionante para todos aquellos a quienes nos gustan las intimidades de la Guerra Fría.